Todo fluye cual arroyo en un valle. Las piedras no son obstáculos, generan hermosas cascadas plenas de vida y fortaleza. La transparencia del agua permite visualizar la intimidad del cauce. La potencia de las caídas irradian fugases colores en derredor. La vida allí inserta se regocija y aclama a una sola voz la gloria de Dios en las maravillas de su creación. Todos se detienen a contemplar sosegados la profundidad de tal espectáculo. Nada detiene su avance veloz y minucioso. En cada rincón atravesado florece vida con frutos en abundancia. Nada lo detiene, hasta que llegue al descanso inmensamente anhelado, donde no será ya necesario avanzar, pues la cumbre habrá sido alcanzada.
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Un abrazo.
Matías Néstor