
Un día, caminando, ya cansada, ya sin fuerzas y destrozada, la ovejita sonrió. Sonrió, y con su sonrisa volvió la paz. Era él, su bondadoso pastor, quien fue a su encuentro, ¡y la encontró! Perdida estaba, la pobre tierna ovejita. Hoy sonríe, hoy resuena el canto de su amado en lo íntimo de su rebaño. ¡Hoy, dulce hoy!