Las insignificancias de los tiempos pronto acabarán.
La eternidad se encarnará por siempre jamás.
Jesucristo, el Ungido, sus alas abrirá.
Nuestra Madre, María, como el sol y la luna brillará.
Ese tiempo... tiempo que no es ni será tiempo,
ese tiempo ya es hoy, es hoy en el seno del mismísimo Dios.
¡Gloria, gloria, gloria al Creador,
a Jesucristo, su Hijo
y al Espíritu de Amor!
Amén. Así sea.
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Un abrazo.
Matías Néstor