Madrugada de último día, plena de emociones por lo vivido, acompañada de un dejar atrás -pero sin perder de vista- cada instante de amor, constancia, esfuerzo, luchas, alegrías y no tantas, esperanza, fe, oración y fraternidad.
Agradezco al buen Jesús su dulce y amigable compañía. Tú, Señor, vienes a mi vida. Quiero poder darme, porque así tu vida estaré dando.